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domingo, 15 de enero de 2012

Abrieron la puerta. Les invadió el olor de aquel verano en que se conocieron. Los dos lo sabían, sabían que el otro también había notado ese olor pero por orgullo se callaron, prefirieron dejar las bolsas en la mesa del salón para después colocar cada cosa en su sitio. Y así fue, cada uno colocó sus cosas, él las suyas y ella las que no la recordaran a él. Sin palabras, sólo se oía el tic-tac del reloj de muñeca de él. Se le había regalado ella, le entristeció. Sólo por saber que ese reloj había tenido demasiadas horas en la muñeca de ella, absorbiendo su olor, olía a ella en cada una de las situaciones cotidianas. Cuando se despertaba, cuando iba a trabajar, cuando se arreglaba un viernes, cuando se lavaba los dientes. Y era un popurrí de olores que le volvían loco, volvían.
Ahora le sacan de quicio. Ella se mete a duchar, él pone la tele. Se da cuenta de que algo tendrán que cenar y prepara algo, cerciorando que la gustará para no tener que preguntarla. Se sentaron, de fondo el telediario, más desgracias, muertes, pobreza, atentados, aumento del número de parados, Madrid- Barça, inundaciones. Echa agua en los dos vasos, ella no protesta. Se le caen migas al suelo, ella no le riñe ni se queja. Empieza a ser desesperante la situación. Hasta que pasa lo que tenía que pasar.
Quieren pan y es justo a la vez. Ponen la mano el uno sobre la del otro, asustándose al volver a sentirse. Pensándose si retirarla ahora sería retirarla a tiempo y seguir con el orgullo. Pero el amor puede más que eso, que un simple enfado por haber dado un golpe al coche en el parking del Vallsur al salir, sin querer pero por no mirar. Puede más que la fuerte discusión y el ridículo de os gritos en mitad de la calle. Más que el coger un taxi por no ir en el mismo coche. Más que una simple bobada.
Se miraron, él hundió sus ojos en los ojos de ella, hasta la cocina. Invadiéndose de recuerdos con los ojos a punto de derramar la primera lágrima. Por parte de ambos. Acto seguido los dos piensan lo mismo: " Eres la persona con la que quiero pasar el resto de mis días, no quiero desaprovechar ni un minuto a tu lado, ¿Qué estamos haciendo?"
Se besaron como el primer día, el verano en que se conocieron. Les invadió el mismo olor. Su olor, el olor de la felicidad que puede al orgullo. Y la verdad es que es así, el amor lo puede todo, cuando es de verdad.

1 comentario:

Marina P. dijo...

haay que bonito relatoo. Me regustoo!! Siempre el amor puede más que esas tontas peleaas:)

unbesoo!