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miércoles, 22 de junio de 2011

Summer time.


No hay nada como la tranquilidad que hay debajo del agua. Con dos metros por encima de la cabeza. La presión te aplasta pero tu sigues buceando hasta donde llega el tope de tu oxígeno. No oyes absolutamente nada. Simplemente tus pulseras rozando contra el suelo del fondo o tus collares chocar el uno con el otro. Te tirarías horas y si te dejase el oxigeno que te ahoga, días. Solo quieres permanecer allí, sola. No piensas en nada, simplemente escuchas el sonido del agua. Esto me recuerda a un sonido que jamás se me olvidará, las hojas de los árboles rozando contra el techo de la caravana. Nunca podré borrar el olor a camping, a mi caravana, a esos largos días de verano conociendo niños. Que como no, recuerdan a los largos y duros campamentos a los que mi madre me apuntaba. Te soltaban allí sola. Sin conocer ninguno niño. Y a decubrir mundo. Sinceramente es lo mejor que te puede pasar en la vida. Ir a la aventura. Ya no tengo edad para ir. Hoy me despierto rodeada de pequeños saltinvanquis a los que yo misma tendré que guiar por senderos. Hoy soy yo la chica que les tiene que dar el agua de su cantimplora porque se han quedado sin ella. Hoy yo disfruto del campamento desde otro punto de vista. El responsable. Y esto señores, es una parte de un gran verano que se avecina.

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